Algunas estrellas, aburridas de su inmovilidad,
decidieron hacerse fugaces.
Unas cuantas explotaron en fuegos artificiales
y otras se transformaron en luciérnagas,
bailando alegremente en la noche.
Al final, cansadas de revolotear sin rumbo,
se asentaron plácidamente en la tierra,
convirtiéndose en luces
de ciudades nocturnas.